Toda clase de proyectos mitigadores se han realizado en muchas de las aldeas hondureñas.
Proyectos de salud, seguridad alimentaria, fomento a la agricultura sostenible, agua y saneamiento, apoyo a la educación, vivienda, cajas rurales, aves de corral, producción animal, biodigestores y la lista puede continuar.
Algunas de estas intervenciones sociales vienen realizándose aproximadamente desde 1971, pero los cambios pocas veces se notan.
A muchas familias se les ha otorgado tierra y meses después proceden a venderlas, o la mantienen improductiva, lo que indica que deberá replantearse la forma de brindar beneficios.
Horas y días empleados en brindar asesoramiento a las familias en manejo de la basura y sus comunidades parecen basureros públicos. No hay duda que los cambios son para largo.
Talleres, capacitaciones y charlas sobre hábitos saludables y aprovechamiento biológico de los alimentos y los índices de desnutrición infantil parecen no disminuir.
Metodologías de producción agrícola implementadas para la diversificación de cultivos, las que una vez retirada la institución que las apoya, las abandonan.
Estrategias comunitarias de monitoreo del crecimiento infantil completamente desatendidas. Voluntarios de salud que una vez capacitados inician con entusiasmo su humanitaria labor, pero al poco tiempo después deben abandonar sus comunidades por falta de trabajo.
Las necesidades de asistencia son urgentes, sin embargo el mero hecho de conseguir fondos e invertirlos en proyectos sociales muchas veces emanados de oficinas burocráticas, parece no estar dando los resultados que las comunidades ameritan.
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